02/01/13
Hola a todos. No es mi intención estar por aquí a diario, pero bueno, como tampoco me cuesta dinero, pues oigan, voy a lanzarme a contarles mi pasada Nochevieja.
En mi pueblo, Quintanilla del Coco, se celebra una fiesta multicultural después de las Campanadas en el Teleclub. Va todo el mundo, desde la juventud más pecaminosa a la ancianidad más achacosa. Yo, a regañadientes, acudí tras cenar en casa de mi tío Venancio y mi tía Altamira. Como este año mi primo Nicolás se había marchado con unos amigos del taller de ferralla en el que trabaja para irse a Madrid a algo de una fábrica, que debía recoger currículums el dia de Año Nuevo, estuvimos sólo los tres. Bueno. Los tres y Don Senén, cura-párroco de Quintanilla del Coco, y gran aficionado a la buena mesa y al mejor beber.
Tras una pantagruélica cena, con cordero, besugo, marisco, dulces y de todas las pitanzas habidas y por haber, estuvimos haciendo tiempo para tomar las uvas. Terminamos algo pronto de cenar, y, para hacer tiempo, Don Senén nos contó el origen de la tradición de las uvas, pero lo hizo con un tono tan solemne que a mí se me hizo más largo que el último disco de los Killers. Una vez aguantada la barbada, que no les repetiré porque doy por sentado que la conocen y además les tengo a ustedes en alta estima, comimos las uvas sin percance alguno. Este año mi tía Altamira le escondió la dentadura postiza a mi tío Venancio y así evitamos que hechos como los del año pasado volvieran a suceder. No hubo atragantamientos, ni sustos, ni dolor. Valga con esto. Así pues, a la una de la madrugada acudí con Don senén a la fiesta del teleclub. Mis tío ya van para mayores y decidieron quedarse en casa, así que, lamentablemente para mí, me tocó aguantar a Don Senén yo solo. Con el agravante de que, después de tomarse cuatro o cinco copas de vino y cava, cada vez su discurso era más ininteligible.
Una vez en el Teleclub, me junté con la juventud del pueblo: Cándido, el hijo del boticario. Ernesto, el de la tienda de ultramarinos. Y Jokin. El bohemio que viene del Norte. Los tres solteros y sin compromiso, como yo. A quemar la noche. Y a fe que lo hicimos. Cándido y Ernesto se entregaron como locos a la caza y captura de cualquier moza suelta que, cual gacela Thompson, se les pusiera a tiro. No diré nada, pero ninguno de los dos fue nunca gran cazador, así que a nadie sorprenderá que, como siempre, acabaran volviendo a casa solos, como viene siendo habitual. Jokin se pasó toda la noche mirando al infinito con cara de asco perpetuo y saliendo afuera a fumar de su pipa. Y yo, entre tanto, tuve un desvanecimiento tras la cuarta taza de ponche de Doña Úrsula y me tuvieron que llevar a casa sin llegar a probar los churros, ni la chocolatada, ni las sopas de ajo. En fin. Un sinvivir. Y siendo presa de las furtivas miradas de desaprobación de los vecinos, como diciendo: "Ahí va Juan Lucas, el borrachuzo...".
Menudo añito me espera... En fin, año nuevo, vida vieja.
Espero que a ustedes les saliera mejor la noche, jejeje. Pasen ustedes buen día.
En mi pueblo, Quintanilla del Coco, se celebra una fiesta multicultural después de las Campanadas en el Teleclub. Va todo el mundo, desde la juventud más pecaminosa a la ancianidad más achacosa. Yo, a regañadientes, acudí tras cenar en casa de mi tío Venancio y mi tía Altamira. Como este año mi primo Nicolás se había marchado con unos amigos del taller de ferralla en el que trabaja para irse a Madrid a algo de una fábrica, que debía recoger currículums el dia de Año Nuevo, estuvimos sólo los tres. Bueno. Los tres y Don Senén, cura-párroco de Quintanilla del Coco, y gran aficionado a la buena mesa y al mejor beber.
Tras una pantagruélica cena, con cordero, besugo, marisco, dulces y de todas las pitanzas habidas y por haber, estuvimos haciendo tiempo para tomar las uvas. Terminamos algo pronto de cenar, y, para hacer tiempo, Don Senén nos contó el origen de la tradición de las uvas, pero lo hizo con un tono tan solemne que a mí se me hizo más largo que el último disco de los Killers. Una vez aguantada la barbada, que no les repetiré porque doy por sentado que la conocen y además les tengo a ustedes en alta estima, comimos las uvas sin percance alguno. Este año mi tía Altamira le escondió la dentadura postiza a mi tío Venancio y así evitamos que hechos como los del año pasado volvieran a suceder. No hubo atragantamientos, ni sustos, ni dolor. Valga con esto. Así pues, a la una de la madrugada acudí con Don senén a la fiesta del teleclub. Mis tío ya van para mayores y decidieron quedarse en casa, así que, lamentablemente para mí, me tocó aguantar a Don Senén yo solo. Con el agravante de que, después de tomarse cuatro o cinco copas de vino y cava, cada vez su discurso era más ininteligible.
Una vez en el Teleclub, me junté con la juventud del pueblo: Cándido, el hijo del boticario. Ernesto, el de la tienda de ultramarinos. Y Jokin. El bohemio que viene del Norte. Los tres solteros y sin compromiso, como yo. A quemar la noche. Y a fe que lo hicimos. Cándido y Ernesto se entregaron como locos a la caza y captura de cualquier moza suelta que, cual gacela Thompson, se les pusiera a tiro. No diré nada, pero ninguno de los dos fue nunca gran cazador, así que a nadie sorprenderá que, como siempre, acabaran volviendo a casa solos, como viene siendo habitual. Jokin se pasó toda la noche mirando al infinito con cara de asco perpetuo y saliendo afuera a fumar de su pipa. Y yo, entre tanto, tuve un desvanecimiento tras la cuarta taza de ponche de Doña Úrsula y me tuvieron que llevar a casa sin llegar a probar los churros, ni la chocolatada, ni las sopas de ajo. En fin. Un sinvivir. Y siendo presa de las furtivas miradas de desaprobación de los vecinos, como diciendo: "Ahí va Juan Lucas, el borrachuzo...".
Menudo añito me espera... En fin, año nuevo, vida vieja.
Espero que a ustedes les saliera mejor la noche, jejeje. Pasen ustedes buen día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario